martes, 2 de noviembre de 2010

Vaticano - Plaza de San Pedro

Vaticano - Plaza de San Pedro
Roma. El Vaticano. Basílica de San Pedro. La cuna de la cristiandad. El templo más grande de la Iglesia Católica en el mundo. Lugar de peregrinación para millones de creyentes, así como turistas cristianos y de otras religiones, o de ninguna, simplemente atraídos por el arte.
Qué os voy a contar de la iglesia más famosa del mundo que no sepáis ya.
SI, es muyyyyyy grande. Dicen que cualquier otra gran catedral podría instalarse cómodamente dentro de ésta, y es cierto, al menos todas las que yo he visto: San Pablo en Londres, Notre Dame en Paris, San Esteban en Viena, Frauenkirche en Munich, Santa Sofia en Estambul, Salisbury (incluida su aguja), cualquiera de las españolas - Burgos, León, Oviedo, Sevilla, Santiago, Zaragoza, Plasencia, Cáceres, Salamanca, Sagrada Familia en Barcelona (bueno, si algún día la terminan la aguja principal se proyectó en 170 metros), etc.., Bueeeno, está bien, hay otra más grande, la Basílica de Nuestra Señora de la Paz, en Costa de Marfil, pero no está acabada, además, no compares.....
Seguimos en San Pietro. Al ser el templo de los papas, éstos no repararon en gastos.....
El templo tiene varios siglos de historia, pero es en el siglo XVI cuando realmente comienzan las obras serias. ¿Que quieres hacer algo realmente grande?, empieza por contratar a los mejores; la alineación es de las que quitan el hipo: Miguel Angel, Bernini, Bramante, Maderno, Rafael, Sangallo, della Porta, Fontana, y así hasta más de medio centenar de arquitectos, pintores, escultores, artesanos, etc.
Ahora sólo le tienes que dar tiempo al equipo para que trabaje (unos cientocincuenta años), mucha mano de obra barata, y los mejores materiales que puedas pagar (mármol, metales preciosos) y tendrás un edificio realmente impresionante para dirigir a tus fieles, demostrar tu poder, y descansar cómodamente en tu sepulcro hasta el día del juicio final....

Por mucho que te hayan contado o mostrado en fotografía o vídeo, no se comprende su magnitud hasta que cruzas el umbral de una de sus enormes cinco puertas. Durante unos minutos tu labio inferior cae, tu mirada se pierde hacia las alturas, y comienzas a girar el cuello hacia los lados con sensación de desorientación. Te sientes pequeño, e imagino a los fieles después de varias jornadas de peregrinación pensando que han llegado a la antesala del Cielo. (bueno, igual me he pasado de teatral). Una vez superado el primer shock, bajas la vista a un plano a la altura de los ojos y comienzas a fijarte en los detalles. La nave principal se pierde hacia el fondo de esos casi 190 metros (usando la típica medida comparativa de los periodistas, dos campos de fútbol) - ¿por qué utilizarán esta medida como explicación, acaso creen que sabemos calcular cuanto son x campos de fútbol en fila??. -
Avanzas por la nave central, mirando esa bóveda que te envuelve a 45 metros sobre tu cabeza, y a los lados vas ojeando alguna de las 11 capillas y 45 altares, las estatuas ¿alguien sabe cuantas estatuas hay en este templo? hasta que te acercas al crucero y comienzas a elevar la vista hacia esa cúpula, y dices Dios mío (si si, lo dices, incluso siendo agnóstico).

Mi experiencia se ve interrumpida en este punto porque una bonita valla de madera acota un perímetro que abarca los cuatro inmensos pilares que sostienen la cúpula de Michelangelo, pero bueno, te pegas a la valla y , junto a la columna de tu derecha descubres la estatua en bronce del apóstol San Pedro, santo a cuyo nombre se dedica esta iglesia.
Lástima que San Pedro esté AL OTRO LADO de la valla. El gorila (perdón, un saludo para los guardias y guardios de seguridad que puedan leerme, lo de gorila en plan buen rollo) que custodia la valla no tiene pinta de bromear, así que me quedo con las ganas de acercarme al Santo y tocarle su desgastado pie de bronce (hummm, no me explico cómo puede estar tan pulido, si no dejan acercarse a él - menos mal que yo no soy devoto, porque si no era para montar en cólera....)
Bueno, me pongo la audioguía y desde mi "privilegiado" lugar de observación comienzo a escuchar la descripción del templo, su historia, sus leyendas y todos sus tesoros. A varias decenas de metros tengo el magnífico baldaquino de bronce de Gian Lorenzo Bernini, pero ya he comprobado que no es posible arrimarse, y tampoco se puede acceder al altar, allí a lo lejos...
La audioguía me habla de las reliquias albergadas en las robustas cuatro columnas y de las cuatro esculturas colocadas en nichos en la cara interior, una de ellas obras de Bernini (San Longinos), que, curiosamente, está en la cara opuesta a mi posición y no puedo ver - BIEN.

En este momento decido apagar la audioguía, sobre todo porque el simpático guía bielorruso, o kazajo, o lapón que tengo a mi derecha, me "regala" la explicación GRATIS en voz alta, muy alta. Suena a ruso, no entiendo nada pero su grupo de jubilados le mira entusiasmado, así que debe estar contando algo bueno, incluso a veces se ríen todos juntos a carcajadas - un cachondo, el guía -. Y yo sonrío, con educación, pero mis pensamientos deben estar prohibidos en un lugar como ese.....
Tengo un gran poder de concentración, de modo que intento abstraerme, pero, -con esto no contabas amigo - a mi izquierda, a menos de cincuenta centímetros, un aplicado y también generoso turista (debe ser que la iglesia aviva al buen samaritano que todos llevamos dentro) se empeña en poner el altavoz de su audioguía junto a mi oído - otro que me deja escuchar gratis, pero no reconozco el idioma o jerga en la que habla la dichosa audioguía- de modo que finalmente me rindo.

Una vez "vista" la media-basilica (¿os comenté antes que todo el pasillo central de la nave principal está coquetamente vallado, como en los encierros urbanos?) me dispongo a visitar las dos naves laterales que forman los brazos cortos de la planta de cruz latina, eso si, ahora tengo un pequeño problema logístico.
He estado tanto tiempo apostado en la valla, que ahora a mis espaldas tengo una legión de japoneses, alemanes, españoles, italianos, apretados como en el metro en hora punta, alrededor de los ridículos estandartes de los guías - casi todos usan paraguas, pero también hay banderitas, e incluso ¡¡¡peluches!!!-. ¿Os imagináis pasar varios días de vacaciones siguiendo a un tío que lleva un osito de peluche pinchado en una varilla y con el brazo en alto?
Consigo salir de aquel tumulto - a empujones - y me dirijo......................... A LA CALLE!!!!!!!!!

Esta vez no me ha expulsado la guardia suiza como en la capilla sixtina, ha sido suficiente con varios cientos de turistas y unas cuantas vallas para "invitarme" a salir al gigantesco pórtico de Maderno y contemplar la plaza de San Pedro.

Mira que es grande esta plaza, con las dos columnatas semicirculares de Bernini y sus 142 estatuas de santos, ese pedazo de obelisco (si, los trajeron los emperadores romanos de Egipto, pero a los papas les volvían locos) y todas las sillas colocadas para los actos religiosos en masa, al aire libre.
No sé si esa mañana habrían tenido "actuación", pero una cosa es cierta; el aspecto de ese patio de butacas era muy parecido al que presenta un estadio después de un partido de fútbol o una sala de conciertos después de una noche de rock&roll. Sillas tiradas por el suelo, desordenadas, basura bajo y sobre las sillas. Pero sólo en el ala izquierda, la derecha estaba impoluta y perfectamente ordenada.

Hala, ya hemos visto San Pedro. ¿Qué viene ahora?

Vatican City Courtyard in Rome
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