Santander - Avenida Reina Victoria

Santander, pequeña ciudad cántabra, tiene fama de ser un lugar caro, tanto para el turismo como para la inversión inmobiliaria. Desde el Paseo Pereda, pasando por Castelar hasta la Península de la Magdalena y continuando por las playas del Sardinero hasta Mataleñas, podemos encontrar viviendas y hoteles de lujo, el Gran Casino, el Hotel Real, pero hay una calle que tiene una categoría especial:
La Avenida de la Reina Victoria, situada en un promontorio con magníficas vistas a la bahía de Santander y las montañas de la Cordillera Cantábrica al fondo, es seguramente la calle más cara de la capital y una de las más caras de España. Paseando por esta avenida se suceden las casas de grandes dimensiones, con jardines, piscinas y demás lujos sólo al alcance de poderosas familias, como los Botín, Ribalaygua, Alvarez, y herederos de indianos que los dos últimos siglos construyeron en este lugar grandes mansiones de estilo regionalista con las fortunas amasadas al otro lado del Atlántico.
Como podéis apreciar en esta serie, las "casitas" se suceden una a continuación de otra, y aunque de diferentes épocas, la mayoría están construidas con el mismo estilo arquitectónico regionalista montañés, que era lo que se llevaba a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando arquitectos como Javier Gonzalez de Riancho, Gonzalo Bringas, J. Ramon Sierra y Nales, Valentin Lavin del Noval, Deogracias Mariano Lastra, Lavín Casalís, etc, trabajaban a las ordenes de indianos (cántabros emigrantes en el continente americano que se lanzaron a la aventura huyendo de la pobreza y la miseria y volvieron ricos y poderosos) como Adolfo Pardo, Francisco Maza, Manuel Muerza y tantos otros, que invertían en Santander el oro ganado en Mexico, Cuba, Argentina y Estados Unidos.
No frecuento a los vecinos de esta calle, pero si me suenan alguno de sus nombres: la familia Botín (si si, los banqueros) son los propietarios de la Casa Pardo (El Promontorio), junto al Hotel Real.
La quinta Ribalaygua, familia de promotores inmobiliarios y comerciantes de la capital, Armando Alvarez, dueño de numerosas industrias plásticas y emparentado con los Ribalaygua, vamos, que ninguno de ellos anda descalzo.
Y llegando al final de esta avenida, nos encontramos con dos edificios: la Quinta Maza, con aspecto de estar deshabitado y descuidado, y a sus pies otra mansión abandonada, invadida por la vegetación, que en verano ofrece una imagen "turística" de la ciudad con las flores de la buganvilla trepando por sus fachadas y penetrando por los huecos de las ventanas rotas.
Una verdadera lástima, que una edificación tan bonita, y en un lugar privilegiado, esté abandonada sin que nadie, ni pobres ni ricos, puedan disfrutarla, seguramente por culpa de algún litigio de herencias o especulación inmobiliaria.
En esta serie no me he esmerado mucho, de hecho me ha servido para practicar con los procesados en serie, y se gana mucho tiempo, aunque el resultado no sea tan cuidado como cuando trato las fotos de una en una.