Llevaba unos días sin quejarme de las aglomeraciones de turistas que debe uno sufrir en su visita a Roma.
Pues hoy nos acercamos a otro de los puntos calientes de la ciudad, la plaza de la Rotonda y su dosmilenario monumento, el Panteón, una de las obras maestras de la antigüedad.
Construido en el año 128 d.c. por orden del emperador Agripa, el Panteón es un edificio que te deja con la boca abierta. En su exterior el frontón y atrio con esas columnas recuerda a un templo griego, pero sobre todo al entrar en su interior es cuando tu mirada se dirige hacia arriba y se encuentra esa enorme bóveda, sin una sola columna, dejando un amplio espacio diáfano con planta circular, y el opérculo en lo alto dejando pasar la luz del Sol en su interior, y te preguntas cómo demonios se pudo construir algo semejante con tanta precisión hace casi dos mil años, y que aún esté en pie, imponente, sobrecogedor.
El templo, hoy museo de entrada libre y tumba de personajes ilustres, entre ellos el artista Rafael, realmente es una de las visitas obligadas. Y claro, aquí viene el problema. Los turistas acuden en masa, al igual que en otros puntos calientes como la fontana di Trevi, y tanto en el exterior como en el interior del edificio no se puede estar sin que te empujen, estropeen la foto, griten, etc..
Como foto ilustrativa os enseño esta del exterior con la plaza llena de turistas. Además de ese elemento decorativo (no hay más que ver la moza del primer plano....) nos encontramos con un bonito andamio cubriendo la mitad derecha de la fachada. Junto al obelisco de la fuente y los dos policias de la izquierda, se compone esta desordenada escena.
En el interior el panorama era aún peor, de modo que sólo os mostraré uno de mis motivos más fotografiados de esa semana de vacaciones, un techo.
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