Bajamos por la calle Alemdar camino de Eminönü. Atrás queda Sultanahmet, con su Santa Sofía, la Cisterna de Yerebatán, ese pequeño cementerio urbano, y llegamos a Sirkeci.
Este lugar tiene un sentido especial para mi. Forma parte de la iconografía de mi juventud, las novelas de Agatha Christie, ese Expreso de Oriente viajando a lugares lejanos y exóticos, con el lujo y el glamour de la Inglaterra victoriana.
Estamos en la estación de ferrocarriles de Estambul, en el barrio de Sirkeci. Destino final del mítico Orient Express.
No sólo Hercules Poirot viaja en sus vagones de primera clase para descubrir que, en este caso, TODOS los sospechosos son culpables de asesinato. El tren fué real, y desde finales del siglo XIX llevó a privilegiados pasajeros desde Londres hasta Constantinopla, pasando por París, Munich, Viena, Budapest y Belgrado. La leyenda permaneció viva hasta mediados del siglo XX, y aunque aún hoy día existen conexiones en tren haciendo ese recorrido en varios tramos, nada tienen ya que ver con esa locomotora de vapor con sus lujosos coches-cama, el restaurante, un servicio y una cocina exquisitos, y unos pasajeros ricos y famosos, artistas, políticos, la realeza europea de la época, espías internacionales, militares de alto rango, todo rodeado de lujo y glamour. Tiempos que no viví en primera persona pero sí en mi imaginación durante la primera lectura de la novela de Christie y que conservo con grato recuerdo.
Hoy día, el viejo edificio de la estación de Sirkeci alberga un restaurante, un pequeño museo que muestra objetos cotidianos de la dotación del tren (vajillas, cubiertos, herramientas, instrumentos, etc.) y varios salones vacíos donde creo que se representan espectáculos de derviches para turistas (los derviches son religiosos sufíes que danzan girando sobre si mismos horas y horas entrando en un trance místico, al menos eso dicen, no tuve la oportunidad de verlos).
Junto a este edificio existe una moderna estación de ferrocarril muy concurrida y con mucho tráfico ferroviario.
Dos bancos me esperaban en la estación de Sirkeci. Acompañaba la sala vacía una bonita luz que se reflejaba en el suelo brillante, pulido supongo por el paso de miles de viajeros a lo largo de los años.
Y si quereis comprobar cuando la técnica del hdr puede ser necesaria, os invito a asomaros por la ventana de la izquierda para que podais contemplar la Torre Gálata. Con una sola exposición hubiera sido imposible conseguir esto. Aquí fueron tres, disparadas con mi trípode casero.
Hasta que no las he revelado no me he dado cuenta de la vista que ofrecía esa ventana (de hecho, estando allí la luz de las ventanas era cegadora.
Aquí podéis visitar de modo virtual el museo del Orient Express:
TCDD İstanbul Sirkeci Train Station Museum in Istanbul
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