Mi reportaje de la ciudad de Estambul hasta ahora se ha centrado en los monumentos, el paisaje urbano, el comercio, pero la ciudad cuenta con otro atractivo que la hace aún más interesante: sus gentes.
Los estambulitas conforman un grupo humano heterogéneo, conviviendo en los mismos espacios urbanos gentes de muy diversa condición social, religiosa, cultural. Y lo hacen en perfecta armonía. La gente que he conocido allí es amable, educada, divertida y alegre. Es posible que yo lo vea así porque estaba allí de vacaciones, pero tuve la sensación de que la gente de Estambul era buena gente, y que saben disfrutar de la vida a cada momento, con cualquier actividad que realicen, incluso trabajando.
Además su comportamiento y su atuendo resultan exóticos para un europeo occidental como yo, vamos, una tentación irresistible de capturarlos con mi cámara.
Aquí encima veis una familia vendiendo te.
Os presento ahora un limpiabotas muy simpático. La foto está hecha desde lejos, y en tres ocasiones alguien se cruzó en el camino a la hora de disparar, y el tio en cada una de ellas repetía la pose sonriendo hasta que salió bien.
Por cierto, tuvimos ocasión de ver en directo el truco del limpiabotas que ya habíamos leido antes de nuestro viaje, y gracias a ello no picamos. El limpiabotas nos adelantó por la acera exterior a la mezquita del príncipe y a su paso dejó caer un cepillo justo frente a nuestros pies mientras caminabamos. Hicimos un amago de agacharnos, pero rectificamos a tiempo al recordar la jugada y seguimos impasibles caminando. El limpiabotas dió media vuelta a recoger su cepillo en busca de otro cliente menos leído (supongo que pensaría: cuánto daño nos ha hecho internet, con lo bien que picaban antes los turistas).
La treta consiste en que como reflejo si te ves en esa situación lo lógico es que te agaches a recoger el cepillo y se lo entregues al limpiabotas, momento que aprovecha para agradecerte el detalle y ofrecerse a limpiarte las botas gratis. Y una vez captado el cliente, ya se ocupan ellos de cobrarte algo de algún modo (cayendote simpático, o llorando sus desgracias, o directamente diciéndote que el cepillado es gratis, pero el betún lo tienes que pagar.......).
En una plaza anexa a la Mezquita de Beyazit encontramos este mercado improvisado, donde exactamente no se que es lo que intercambiaban, y el vendedor ambulante en primer plano vendiendo las típicas rosquillas turcas de pan salado con semillas de sésamo (Simit en turco).
La oración del Viernes para los musulmanes es como el Domingo para los cristianos. A mediodía, las mezquitas se llenan a rebosar, y para acoger a aquellos que no encuentran lugar en el interior, se colocan alfombras en el exterior (esta es la Mezquita de Fatih). Pero si sigues caminando, puedes ver a la gente rezar en mitad de la calle, salen de los comercios y oficinas y se colocan en las aceras en dirección a la meca. Los cánticos del muecín se oyen en toda la ciudad.
Este vendedor ambulante en primer plano vendiendo las típicas rosquillas turcas de pan salado con semillas de sésamo (Simit en turco) me recordaba a las sardineras que paseaban sus arenques por Santander haciendo el mismo equilibrio sobre sus cabezas. Muy pintoresco.
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