Roma, la ciudad eterna, la ciudad de las iglesias, y de los obeliscos, los minicoches, las motos, el mármol, y de las fuentes. ¿Cuántas fuentes hay en Roma?. Exagerando diría que casi tantas como iglesias. Lo cierto es que ese motivo fotográfico, las fuentes, eran uno de mis objetivos del viaje, y tengo que decir que no cumplió mis expectativas. Había leído acerca de la fama que tenían estos surtidores de agua y pequeños estanques urbanos como elementos decorativos de extraordinaria belleza y valor artístico, muchas de ellas con diseños firmados por artistas de renombre, y en los itinerarios previstos contemplé siempre pasar por la plaza, parque o rincón en los que hubiera emplazada una fuente.
Y en la mayoría de los casos, me defraudaron. Siendo justo tengo que decir que las hay preciosas, incluso espectaculares, como la archifamosa obra de Nicola Salvi en Trevi, y creo que son notables alguna más, pero la gran mayoría de las que tuve oportunidad de visitar no son mejores que la Cibeles madrileña o la de Plaza España en Barcelona, y ya no digamos nada si las comparamos con las barbaridades modernas de las fuentes del casino / hotel Belaggio en Las Vegas, o el inmenso derroche y tremendo espectáculo de las fuentes de Dubai.
Esta que hoy os presento, en mi camino vespertino del tercer día, es la fuente del tritón en la plaza Barberini, obra del arquitecto y escultor barroco Gianlorenzo Bernini. No está mal, pero si algo me llamó la atención en ella fue la capa de musgo que cubría la escultura.
En la jornada de hoy aún pasaríamos por otra fuente, más grande y bonita que ésta.
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